Sinopsis / Concept Book
Autor / Alvaro Saez aka Chuiso
Idea original - Año 2016

This concept story has been written by me and has been published fully on chain on the Bitcoin blockchain for the first time. Maybe one day I can write this book that has been waiting for me for more than 7 years. Until then, it will remain on the blockchain forever and ever.

La isla de Samani

Bolks. Podríamos decir que todo lo destacable en mi vida gira en torno a ellas. Las bolks han sido mi obsesión desde el día en que se anunciaron, o probablemente antes, quién sabe, pues el concepto “volcado de conciencia” es algo que me ha apasionado desde que vi un documental de Ray Kurzweil en Youtube, esa mítica ciberlibrería de vídeos que hizo las delicias de aquellos que nacimos en el milenio pasado.

Las bolks comenzaron a ser un rumor fuerte en el año 2045, cuando 2 grandes monopolios, Tesla y Alphabet, llevaron a cabo una de las inversiones más grandes en la historia de la humanidad. 500.000 millones de dólares. Un desembolso que no hizo tambalear a las dos compañías pioneras en tecnología, pero sí que puso a meditar a muchos analistas sobre el destino, ya no de las 2 grandes empresas, si no de la humanidad.

La inversión se fraguó con la creación de la compañía Overum en Febrero del año 2046. Pero eso era solo la punta del iceberg en la historia de las bolks…

Sí, sé que resulto un poco errático, pero me es imposible explicarlo todo de manera ordenada, así que… tengo que ir hilando todo… Tengo que explicaros de dónde surgió Samani.

Samani Island, la isla que Google adquirió en 2025 como parte de su plan de desarrollo social independiente, el proyecto Venus 2.0, ya era toda una colonia tecnológica. Un paraíso en el que ya residían 12.000 habitantes con unas condiciones inalcanzables para cualquier país: nivel de criminalidad cero, los 2 mejores hospitales del mundo, un sueldo medio un 800% superior al estadounidense, un clima perfecto, una ciudad gestionada de forma computerizada y una proyección de mejora infinita.

Sí, era la envidia de todo el mundo. La Atlanta hecha realidad, el Olimpo de Zeus en la tierra. Mientras en el resto del mundo la gente seguíamos siendo atracados, robados, violados, explotados y despedidos, en Samani Island podías vivir como un millonario sin gastar absolutamente nada. La gente allí ya no moría de cáncer, ni tampoco de infartos. Apenas existían las enfermedades en la isla con una proyección media de vida de 102 años.

Tampoco había gastos. Infinidad de servicios ofrecidos en la isla eran totalmente gratuitos, desde pistas de esquí artificiales, pasando por restaurantes y discotecas, hasta viajes en gravedad cero. Sin gastos en electricidad, servicios de agua, comida, tecnología, mantenimientos ni similares.

La premisa era simple: si te has ganado el derecho a vivir en Samani, nadie tiene que decirte lo que puedes y no puedes hacer, porque debes representar y perseguir la excelencia. Y funcionaba.

Al contrario de las ciudades del pasado, Samani había sido planificada desde el principio pensando en el futuro: sin tráfico ni carreteras en la superficie, con todo lo operativo bajo tierra y un sistema de transporte de personas y objetos efectivo, subterráneo y silencioso.

La ciudad era autosuficiente y las energías renovables se ocupaban del resto. Los anticuados medios de transporte eléctricos no eran necesarios en una ciudad circular con vías de transporte subterráneas y al vacío en las que no tardabas más de 10 minutos en ir de una punta a otra. La cálida iluminación que ofrecía el millar de árboles luminiscentes que ocupaban toda la ciudad era el símbolo distintivo de Samani. “Todo lo que necesitamos lo genera la naturaleza” fue el lema que recuerdo escuchar durante años en sus spots.

La gente quedaba atónita cuando veían cómo el alcalde de Samani era capaz de apagar e iluminar árboles conectados según las necesidades de las personas y los animales. Si nadie estaba paseando por un parque, los árboles se atenuaban hasta niveles de bioluminiscencia casi imperceptibles, mientras que si había una celebración nocturna funcionaban a plena potencia y podían cambiar de colores y tonos para ambientar aún más la celebración.

Las piedras caloríficas eran otro de los atractivos de la isla: absorbían calor por el día y lo emanaban por las noches, equilibrando y balanceando la temperatura a cualquier hora del día.

Eran cosas que impactaron a personas como yo, personas que por la noche soñaban con vivir en esa isla perfecta, el paraíso en la tierra, protegidos por ese alcalde que actuaba como un Dios terrenal del siglo XXI.

Sí, todo estaba monitorizado y gestionado por BigBrain, el “alcalde” de Samani. Un súper-ordenador cuántico que tomaba todas las decisiones de cálculo en la ciudad. Un depurado algoritmo que era capaz de calcular si debía suministrarse un centilitro extra diario de agua a las plantaciones en invierno para mejorar un 0,0004% la calidad de las mismas durante la recogida. BigBrain era algo más que un ordenador, prácticamente se le rendía tributo. Era la creación más compleja y avanzada del ser humano. Quedaron atrás las manifestaciones y dilemas éticos que surgieron durante su creación. Quedó claro que al robot no le importaban las intimidades de las personas, ni sus problemas. Monitorizar 9.000 cámaras 24 horas al día no era un problema para un ordenador al que no le interesaban los marujeos, las tetas y los culos.

Pese a que incluso hoy sigue habiendo detractores, BigBrain se ganó a los seres humanos en cuestión de meses, detectando y sanando problemas de salud en embarazadas, tumores en futuros enfermos, reduciendo sistemáticamente el grado de alcohol en el consumo diario de los alcohólicos y eliminando los componentes perjudiciales de productos que aún se comercializaban legalmente, como los carbonatados y los ácidos grasos. Era capaz de lograr todo, acabar con todos los males de una sociedad de por sí bastante perfecta.

Si recibías una notificación central de prevención física, sabías que él había detectado algo en tu organismo. Pero eso quedaba muy lejos del frío mensaje que un doctor debe dar a un enfermo terminal al que le queda poco tiempo de vida. En tu caso quizás podría ser un cáncer dentro de 15 años, o un infarto de miocardio. Nunca lo sabrías con exactitud porque se ocuparían de prevenirlo para que nunca llegase a suceder. Ir al hospital era divertido, si vivías en Samani Island claro. Todo era saludable en la isla; aire, tierra y agua. Todo favorecía la vida de aquellos que tenían el privilegio de vivir dentro, un privilegio para muy pocos.

Era físicamente imposible entrar en la isla. Nadie lo había logrado. Aunque alguien lo consiguiese, BigBrain lo detectaría al instante, y saber eso era más que suficiente para todo aquel que se lo llegara a plantear. Los sistemas de seguridad que rodeaban la isla eran implacables, y las entradas al quasi-domo impenetrables. Si a todo eso le sumamos la estrecha ayuda que suministraba el ejército de aviación de los Estados Unidos, la fórmula era perfecta. Se había creado un mundo casi perfecto dentro de nuestro caótico planeta.

Me cuesta aceptarlo, pero me daba mucha envidia y no pasa un día en el que no piense como de maravillosa habría sido mi vida allí. No tenías que estudiar en la mejor universidad del mundo ni haber tenido las mejores notas para poder vivir en Samani Island. En ese aspecto también eran democráticamente geniales. Buscaban perfiles muy específicos, personas con características definidas y acordes a lo que iban necesitando en su comunidad. El único patrón mínimo existente era la inteligencia. Muy listo, pero no a un nivel que afectara en la personalidad social. Si no estabas muy por encima de la media no tenías ninguna oportunidad. Si eras tan inteligente como para haberte convertido en un bicho raro, seguramente tampoco.

Lamentablemente yo no alcancé ese listón mínimo cuando intenté acceder a una de las 10 becas de desarrollo que se adjudicaron para España. Ni siquiera hubo gente suficiente para cubrir las 10 becas, pese a que 5 universidades españolas convocaron y examinaron voluntarios durante 1 semana.

Samani era un lugar para superdotados, no para geeks, millonarios o visionarios. Querían gente inteligente, extraordinaria, carismática y creativa a la vez. Yo ni siquiera pude demostrar lo primero.

No era de extrañar que Overum, la nueva compañía multimillonaria de Alphabet y Tesla, decidiese radicarse en la isla de Samani y gestionar desde allí las 23 compañías que había comprado y fusionado; pero lo que sí sorprendió a todos fue su movimiento maestro: la soberanía.

Con el establecimiento de Overum en la isla, Samani Island decidió fundar su propio país, y le costó menos de un año lograrlo y ser reconocido a nivel mundial. A la fugaz fundación de la nación le siguió un canal mundial de retransmisión educativa, una ciber-bandera, una moneda virtual auto-gestionable y una apariencia internacional de compromiso con el avance tecnológico mundial.

Con su expansión como nación y su mensaje a los 4 vientos de prosperidad y avance, pareciera que Samani Island quería educar al mundo para que todos siguiesen su camino, pero era algo imposible cuando debes meter en la ecuación a 10 mil millones de personas que no están por encima del 99% del resto. Los mortales debíamos seguir viviendo en el infierno de Dante.

Y así sucedió. El inusual apoyo, o al menos la ausencia de intervencionismo por parte de Estados Unidos en la maniobra, fue decisivo, y una vez se logró el status de nación nadie dudaba de la naturaleza real de este proyecto futurista.

La creación del “país del futuro” fue una maniobra tan inteligente como previsible para poder investigar y desarrollar tecnologías a sus anchas, ya que a todos los efectos ellos se seguían debiendo a los Estados Unidos, y un país como Estados Unidos ralentizaba a ritmos de tortuga cualquier avance tecnológico que supusiese cuestiones éticas o religiosas de cualquier naturaleza.

De esta distopía surgía el eterno debate:

“¿La clase dominante de Estados Unidos protege Samani porque es su plan secreto para crear un nuevo mundo, una nueva Orden Mundial?”.

La conspiración tenía mucho sentido, pero el sentido crítico y los hechos eran contundentes. Ni los grandes políticos, ni los magnates, ni los multimillonarios… Prácticamente ningún “big-man” de Estados Unidos había sido aceptado en Samani, y muchos de ellos habían muerto tras años intentándolo. Estamos hablando de personajes ilustres de la talla de Barack Obama, la familia Clinton o herederos multimillonarios como Richard Rockefeller. De la famosa lista Forbes sólo un nombre del top 50 había logrado convertirse en habitante de Samani.

Para el año 2047 Overum lo tenía todo. Los hombres y mujeres más brillantes del planeta, una descendencia prometedora, una ciudad inteligente, una tecnología avanzada, financiación infinita, la admiración de todo el mundo, exenciones a todos los niveles y libertad total para desarrollar las tecnologías del futuro… Pero, ¿cuáles eran? Para ese entonces todo eran rumores, nadie sabía a ciencia cierta qué tipo de inventos valían 500.000 millones de dólares de inversión.

¿Cuál era la filosofía de vida de esta nueva cultura tecnológica? ¿Quién o qué grupo de personas tomaban las decisiones más fundamentales? ¿Por qué todo lo que podíamos ver de Overum era totalmente apersonal? Una de las cosas que más llamaba la atención en esa época era que no existían referentes, líderes o comunicadores que estuviesen a la cabeza de esta corriente. No había héroes ni visionarios. No tenían a su propio Steve Jobs, o a su Bill Gates. El hombre era solo un vehículo, el protagonista era la humanidad.

El nacimiento de Overum

No habría habido forma de escribir esto hace unos años, pues lo que hoy explico aquí era totalmente desconocido por la mayoría de los mortales. Mucho más surrealista es que escriba esto con un papel y un bolígrafo, pero es el medio más adecuado que he encontrado para mantener esta información de forma segura. Lo que estás leyendo hasta ahora es mi forma de ver lo que ha pasado en las últimas décadas, la visión subjetiva de un simple mortal, un humano promedio, pero lo que te contaré más adelante sobrepasa totalmente los límites que cualquier persona debería respetar. He ido más allá, y quiero que quede constancia de ello. A partir de ahora mi vida corre un grave peligro, es algo que sé por descontado, pero lo que he logrado, lo que hemos logrado… No puede borrarse de la historia. Alguien tiene que poder llegar a leerlo algún día. Overum fue el origen de todo, así que intentaré ser conciso.

Overum, pese a ser la compañía con mayor inversión en la historia de la humanidad, necesitaba una plantilla muy reducida: apenas 5.000 trabajadores, de los cuáles menos de 1.000 trabajaban en Samani y los otros 4.000 externamente en centros de investigación y laboratorios de todo el mundo. Obviamente se había generado una gran cantidad de puestos de trabajo indirectos, pero el bloque central de la empresa eran las 950 mentes maestras que trabajaban en las instalaciones subterráneas de la isla.

Overum había adquirido y fusionado decenas de empresas relacionadas con el desarrollo de inteligencia artificial, neurociencia, ciberconciencia, realidad aumentada y clonación celular. También había adquirido los derechos de exclusividad de cerca de 1.500 patentes relacionadas con estos sectores.

Puedo atestiguar esto a ciencia cierta, pues yo mismo hablé durante meses con mi amigo Mikel acerca de ello. Mikel estaba terminando su doctorado en una pequeña empresa que se dedicaba al desarrollo de modelos de computación cuántica en Bilbao. Ni siquiera era una de las 23 grandes compañías que Overum absorbió, pero sí estaba subvencionada por una beca de una de ellas. Por resumir la historia, Overum compró todo, se presentó allí con 2 expertos americanos de origen mexicano y estuvieron durante 3 meses condensando todos los avances y trabajos hechos por la empresa en base a un modelo propio de documentación que habían creado. En pocos meses terminaron, desaparecieron y echaron a todo el mundo. Mikel volvió a pasar por las oficinas meses después y era una hamburguesería.

Durante los 3 años siguientes, Overum formó a cientos de personas y emplearon todo el material adquirido para democratizar todos los conocimientos actuales en la materia. No solo fueron científicos y expertos en computación intentando unificar los logros de un laboratorio con los logros de otro, también fue tarea de expertos en liderazgo, analítica, política, gestión humana e incluso, aunque parezca ridículo, historia.

No se sabe mucho acerca de cómo acontecieron estos 3 años de desarrollo y unificación, pero sí sabemos que fue un éxito, al menos para ellos. Acapararon todo el sector, controlaron toda la tecnología y conocimiento actual, y acto seguido terminaron su jugada maestra fundando Overum y fusionando todas las empresas, laboratorios y centros de investigación.

Lógicamente hubo ruido. Como mi amigo Mikel, miles de personas fueron despedidas, se disolvieron todas las empresas y los ex-trabajadores ya no eran necesarios: todo se había absorbido y re-organizado en 3 años de formación. Overum quería seleccionar con total exclusividad a las personas que trabajaban para ellos, y no le importó invertir 3 años en formar a sus trabajadores para que sintetizasen y se apropiasen del trabajo y conocimiento de 23 compañías, en total cerca de 100 laboratorios o centros de investigación.

Por suerte para Overum, 500.000 millones de dólares daban para pagar patentes, empresas y, sobre todo, finiquitos muy generosos. Mi amigo Mikel estaba haciendo su doctorado para poder trabajar, y acabó jubilándose en menos de 1 año.

Las quejas que surgieron de la disolución “de las 23” fueron sobre todo a nivel social. Muchas empresas como ReBIO o BodyAgain estuvieron cerradas durante varios años por los problemas derivados de la compra de patentes de Overum, y eso no sólo afectó incisivamente a las cifras de facturación de las empresas, sino también a sus clientes: personas amputadas, discapacitados o enfermos que deseaban recuperar un brazo, curar un pulmón o regenerar su columna vertebral.

Como por muchos años ha venido sucediendo, todo se equilibraba con los viajes ilegales, en este caso de regeneración. Como si peregrinasen a la fuente de los deseos, los tullidos se iban a Pakistán o a Tailandia en silla de ruedas y volvían andando y con 7 centímetros extra de estatura... en las 3 piernas.

¿El dinero de Overum era infinito? No literalmente, pero a efectos prácticos sí. Disponer de un capital multimillonario y variado de monedas digitales y ser dueños del 20% de la moneda descentralizada más empleada a nivel mundial les había convertido en los reyes del mundo. Y pese a la amplitud de movimientos que les daba esta inmensa riqueza, aparentaban sobrellevar una ética económica envidiable para cualquier gestor.

Sin duda un negocio redondo. Todo el mundo sabía que Overum era el rey de la economía global, de la súper-sociedades y del futuro del planeta… ¿Quién no querría invertir su dinero, papeles viejos con la cara de un fulano, en cualquier cosa que tuviese que ver con Overum?

Tenían un margen lo suficientemente holgado como para malgastarlo durante décadas sin llegar a conseguir nada revolucionario, y aun así seguir invirtiendo. Abriendo el mercado de inversiones sabían que podrían aumentar sus reservas aún más, si eso era siquiera posible, y esto ni siquiera se contemplaba, pues todo el mundo sabía que Overum iba a lograrlo: iba a marcar el destino del mundo, y lo haría en un tiempo récord.

Procesamiento cuántico

Uno de los bloques fundamentales de Overum fue el procesamiento de información. Desde su fundación, fueron los líderes en la creación “criptolitos”, mega-estructuras de procesamiento de criptodivisas alimentadas con energías renovables. Minado a gran escala. Pero esto parecía no ser suficiente para las pretensiones de Overum, que ansiaba hacer funcionar y aislar funcionalmente el cómputo cuántico, la base necesaria para construir máquinas de procesamiento cuántico. Su objetivo era crear e instalar el primer mega-ordenador cuántico como un procesador de información alternativo para Bigbrain, multiplicando la capacidad computacional del alcalde de Samani en varios miles. Lo que ahora ocupaba 300 metros cuadrados y era un hervidero de calor y equipos técnicos en pleno corazón de la isla, podría albergarse en una habitación de 3x4 metros que pasaría a convertirse en una especie de “Dios simbólico”, un lugar mágico que simbolizaba el gran paso tecnológico logrado por el hombre.

¿Lo lograron? Por supuesto. En su 54º aniversario aseguraban tener el primer prototipo de procesador cuántico, y su estreno a nivel mundial marcó un antes y un después en la historia moderna, a la altura de la manzana de Newton o el “Eppur si muove” de Galilei. El día 17 de Febrero del año 2051 se celebró una conferencia en un estadio de fútbol de Washington DC. El comunicado oficial aseguraba que dicho día Overum iba a marcar historia, desafiando al “libre albedrío”. Ese día se logró algo increíble.

Frente a miles de medios de todo el mundo, un joven inglés de 8 años llamado Steve Sawyer tiró 10 veces un dado dodecaedro a través de un agujero en un cubo opaco. Un aparato rectangular del tamaño de un puño descansaba encima de una mesa, a unos 6 metros del muchacho. Tan pronto se realizaba el lanzamiento, el aparato daba el número, del 1 al 12, que había salido en el dodecaedro, posteriormente se retiraba una tapa del cubo opaco y a través de un cristal se comprobaba si había acertado.

A simple vista parecía un truco de magia, pero envolvía un hecho irrefutable: Overum había logrado crear su primer procesador cuántico. Ese aparato, llamado icónicamente “Little Mike”, era capaz de procesar millones de datos en una milésima de segundo. Cada movimiento del joven, cada percepción del terreno y del viento, el movimiento terrestre, la inercia del dado, las vibraciones, los rebotes, los sonidos posteriores... Overum era capaz de “adivinar el futuro” en una relación causa-efecto empleando apenas un 0.1% de su  potencial en un aparato minúsculo que pesaba menos de 500 gramos.

Escribiéndolo ahora, años después, tengo la impresión de que nadie en ese momento y en ese estadio era realmente consciente de lo que Overum había logrado, y las implicaciones de su creación. Fue un hecho anecdótico en la actualidad tecnológica y llenó portadas, pero estuvo lejos de impactar en la sociedad como debía haberlo hecho un suceso de tal magnitud. Este evento comenzó a recordarse como “El dado de Sawyer”.

Procesadores de conciencia

En esta fase de revolución tecnológica bautizada por la creación de los primeros ordenadores cuánticos, fue cuestión de tiempo que las primeras aplicaciones prácticas para el mundo real apareciesen.

Podría escribir durante horas sobre la cantidad de avances tecnológicos que se han logrado gracias a la aplicación de la computación cuántica, pero no tiene mucho sentido extenderse. Quedaos con que la humanidad ascendió un escalón más en la interminable escalera de la evolución.

Quiero centrarme en Metaversum y Portal, dos de los productos tecnológicos más vendidos en la historia moderna de la humanidad desde los primeros teléfonos móviles hace más de 50 años.

Metaversum fue el primer producto creado por Overum para conectarse al Metaverso, un mundo ciberdigital en el que podías vivir tu propia realidad, ver a tus amigos a miles de kilómetros de distancia, saltar en paracaídas sin ningún tipo de riesgo y, en general, vivir tu vida de forma online. Era un metaverso tan potente y adictivo que destruyó de manera casi inmediata a todos los metaversos alternativos con los que competían otras compañías. Era simplemente perfecto y tan sólo requería de un espacio físico de 2x2 metros para ser instalado.

El modus operandi para conectarse a Metaversum era adaptar gran parte de tus sentidos a la realidad virtual que se transmitía a través de un visor. Se empleaba un traje integral con más de 200 sensores y transmisores eléctricos, generadores de dopamina y otros psicoactivos, decenas de sensores y vibradores e incluso dosificadores de fragancias. Todo ello iba acompañado de una base de movimiento integral. Una vez estabas en el metaverso la sensación era totalmente inmersiva.

No quiero alargarme en todos los años de crecimiento  y expansión de Metaversum, pero podéis imaginaros el crecimiento exponencial que se vivió en todo el planeta Tierra.

Portal era la evolución de Metaversum y fue un paso más allá. La tecnología había avanzado hasta límites insospechables, y ya no era necesario llevar un traje con 200 sensores para sentir un golpe en el cuerpo, o una caricia en un brazo. Tampoco hacía falta emplear un visor en los ojos para poder ver el metaverso, ni un dosificador de fragancias para oler a mar o a césped. Portal prometía lograr eso que hace cientos de años sólo hacían los hipnotistas: hacerte vivir o sentir cosas sin ni siquiera moverte de una silla.

Overum había creado Portal para eliminar la necesidad de simular todo este proceso físico de inmersión y conectar de manera directa con la mente del individuo. Era un dispositivo ligero  y no intrusivo que instalabas en tu cabeza y que te conectaba con el metaverso mientras permanecías sentado plácidamente en un cómodo sofá. Ya no era necesario moverte en la vida real para mover tu avatar en el metaverso, y pese a ello, el usuario sentía que se estaba moviendo realmente, o que veía, olía y sentía todo lo que experimentaba en el Metaverso. La desconexión con el mundo real era total, ya que desaparecía la sensación de cansancio o agotamiento que sí sucedía con Metaversum y que solía estropear la “sensación de inmersión”.

Poco a poco Portal se convirtió en una alternativa vital para muchas personas, y cada vez más gente pasaba largas estancias en Portal, volviendo al mundo real únicamente para trabajar, dormir y alimentarse.

Podréis imaginar lo que vino a continuación. Regulaciones, miedos y prohibiciones.

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